A continuación comparto un extracto del libro «Origen Memorias y Vivencias» del autor Dr. Francisco Javier Barrera Q. donde nuestra Gloriosa Compañía le correspondió concurrir a este horrible incendio entregando un crudo relato del Dr. Gutierrez desde otra perspectiva de un trágico suceso ocurrido hace 54 años.
Acaeció el dia 6 de Mayo de 1963. Me encontraba en una
sala de la Unidad de Lactantes A, analizando y examinando
con los alumnos del Curso de Pediatría a un paciente que
había ingresado en la tarde del dia anterior. Ese ha sido el dia
mas amargo y doloroso que he tenido en mi vida profesional
y de compañero de labores, tanto que aún 40 años después
siento pena y como que un calofrío me recorre el cuerpo.
De repente sentimos un gran estampido o ruido y vimos que
salía humo por las ventanas del pabellón de operaciones del
Servicio de Cirugía y los vidrios saltaban en todas direcciones.
Nos dirigimos corriendo de inmediato hacia ese lugar. Al llegar
nos encontramos con el Dr. Olimpo Molina que rodaba por la
escala, con su cuerpo y cara ensangrentados y exclamaba
“arriba, arriba, arriba”. Le acomodamos lo mejor que pudimos
y seguimos subiendo, nos encontramos con otro colega (el
Dr. Alfredo Raimann N.), también herido pero no de tanta gravedad
y pedía tener cuidado por temor a una segunda explosión.
Al entrar al pabellón nos encontramos con el escalofriante
cuadro: Los dos niños que se iban a operar estaban muertos
y carbonizados en la mesa de operaciones, la Dra. Ana
María Yuricic (anestesista), moribunda al lado de los niños y
falleciendo a los pocos instantes; el Dr. Jaime Palominos con
prácticamente toda la pared abdominal y parte de la torácica
desprendida, con intestinos, hígado y corazón visibles y
sangrando copiosamente, nos miró y exclamó “mi guatita”,
falleciendo pocos instantes después. También estaban los Drs.
Enrique Zabalaga y Mario Torres heridos de gravedad, falleciendo
pocos días después a pesar de los cuidados prodigados.
Hubo otras personas (auxiliares de enfermería y servicio), que
sufrieron heridas pero en ningún caso de importancia o
consideración mayor y sin riego vital.
“Alberto Veloso tuvo durante el transcurso de su vida satisfacciones por todo lo que merecidamente logró; pero también sintió el dolor
profundo por hechos que desgraciadamente le tocó vivir.
Uno de ellos fue la explosión del pabellón de operaciones
de nuestro querido Hospital Arriarán, que provocó la
muerte de 6 jóvenes colegas y de dos pequeños pacientes
que estaban en el quirófano; además de invalidar y
lesionar gravemente a otros dos colegas y a cinco
auxiliares de enfermería. Esta desgracia caló muy hondo
en la sensibilidad de Alberto, ya que impotentes vimos
desaparecer uno a uno a nuestros queridos compañeros.
Sin embargo, el Dr. Veloso supo sobreponerse a este
enorme dolor y logró reorganizar nuevamente el Servicio
en mejores condiciones que antes de la tragedia”.
Continúa el Dr. Gutiérrez “El pabellón de operaciones,
situado en la parte central del 3er Piso, estaba constituido
por una antesala de lavado y preparación de material y se
continuaba con el quirófano que era una sala amplia con 2
mesas de operaciones colocadas paralelamente a unos 2 ó
3 metros de distancia. La anestesia la daban enfermeras,
usando éter en un aparato de Ombredanne o cloro-éter, en
mascarilla denominada en aquella época “a la reina” en
circuito abierto. El olor a éter era tan intenso que después
de una mañana en Pabellón, los Cirujanos quedábamos
impregnados de su olor por el resto del día.
Describir el dantesco cuadro que presenciamos es
imposible ante tanto estruendo y dolor. Ver a todos
nuestros amigos y colegas prácticamente destrozados y
con graves quemaduras, mientras continuaban explotando
los frascos de éter y las llamas aún no se apagaban.
El trágico balance fue: 6 muertos en forma inmediata
o a los días siguientes, después de una prolongada
agonía. Los dos pequeños pacientes fallecieron en forma
instantánea. De los 4 médicos: la Dra. Ana María Juricic,
joven y promisoria colega, que se iniciaba en la práctica
de anestesia, fallece a los pocos minutos, al estar al
lado del tubo que explotó primero. El Dr. Mario Torres K.,
magnífico anestesista y gran compañero de trabajo,
cuyas heridas y quemaduras lo llevaron a la muerte a
la semana siguiente. El Dr. Enrique Zabalaga, eminente
traumatólogo, con lesiones abdominales y de pelvis que
terminaron con su vida. El Dr. Jaime Palominos, joven y
talentoso cirujano de 27 años, cuyas lesiones abdominales
y torácicas le provocaron la muerte antes de 24 horas.
Además quedaron con lesiones graves pero felizmente no
mortales: el Dr. Olimpo Molina, eminente traumatólogo,
con sección del paquete vasculo-nervioso de la axila
que aunque fue intervenido de inmediato, quedó con
graves secuelas que le inutilizaron en forma definitiva
la extremidad superior derecha. El Dr. Alfredo Raimann
N., con sección de tendones flexores de una mano que
fue necesario intervenir, logrando un excelente resultado
funcional, lo que le permitió llegar a ser una autoridad
en malformaciones y patología de cadera, reconocido
mundialmente. El Dr. Raimann fallecido recientemente,
fue el primer Profesor Titular de Traumatología
Infantil y Ortopedia en nuestro país. Para muchos
es considerado el Padre de la Ortopedia Chilena.
Además todo el personal que se encontraba en el pabellón
sufrió lesiones de diversa gravedad, aunque no mortales.
Sin embargo varias de ellas invalidantes, 2 amputaciones
de piernas, lesiones y secuelas de quemaduras que
dejaron para siempre la huella indeleble de esa trágica
mañana, que afectó a nuestro hospital y provocó gran
conmoción y duelo en el país e internacionalmente.
Es necesario recordar los nombres de todos los colegas
fallecidos, porque ellos son sin duda los mártires de la
Cirugía Pediátrica Chilena”.
El Dr. Santiago Rubio Arce, connotado pediatra, Premio Julio
Schwarzenberg Löbeck 1982 recuerda entre sus vivencias:
“Cuantas alegrías, cuanto sufrimiento, cuanta historia,
cuanto sentimiento conservo de mi Hospital Arriarán.
Me desempeñé durante cuarenta años teniendo la mayor satisfacción
por haber conseguido solo amigos y haberme retirado rodeado de su
cariño sincero, tanto colegas como otros funcionarios. Tuve
la oportunidad de vivir muchos hechos felices y algunos muy tristes
MMR